En 2024 se cumplieron 50 años del estreno de Zardoz, la película más grotesca en la filmografía del director John Boorman. Por extensión, también de Sean Connery y de Charlotte Rampling, principales protagonistas.
En 1973, John Boorman venía del gran éxito reciente de Deliverance (Defensa, 1972). Además, contaba ya en su haber con un puñado de filmes previos que habían dado buenos resultados en taquilla, con lo que había alcanzado cierto estatus de niño mimado de Hollywood.
Boorman podía rodar cualquier cosa que le apeteciese. A punto estuvo de realizar una faraónica adaptación de El Señor de los Anillos destinada, desde su punto de vista, a «sacar a flote todo el sustrato metafísico de la obra de Tolkien y convertirlo en un espectáculo cinematográfico que hiciese pensar». Pero finalmente se le dio por enzarzarse en una peli personal y metafísica, una estrafalaria historia de ciencia ficción titulada Zardoz.

John Boorman antes de Zardoz
Boorman nació cerca de Londres, en enero de 1933. Lo más destacable de su infancia fue, según él, que leía muchos libros. A los 20 años, se enroló en el ejército británico. Acabó ejerciendo de instructor, aunque no fue a ninguna guerra.
Su gran anécdota de juventud es que fue sometido a un consejo de guerra por «fomentar la deserción y el derrotismo» entre los soldados a los que adiestraba. Lo hacía con comentarios críticos sobre la política exterior de su país y su subordinación vergonzante al proyecto imperial de los Estados Unidos. En su defensa, esgrimió que gran parte de las opiniones expresadas en el cuartel se basaban en un artículo de The Times, un diario respetable y que no podía ser tildado de antipatriótico. Fue absuelto de los cargos.
Tras abandonar la vida castrense, trabajó en una lavandería y empezó a formarse como realizador televisivo, primero en la Southern Television (inglesa) y después en la BBC. A los 30 años firmó un documental de éxito, Six Days to Saturday (1962), centrado en las rutinas cotidianas de un club de fútbol, el Swindon Town, de Segunda División inglesa. Catch Us If You Can (1965), sobre el grupo de pop Dave Clark Band, fue su primer largometraje. Luego vendrían A quemarropa (1967), un thriller protagonizado por Lee Marvin en el papel de un sicario a sueldo. Y, de nuevo con Marvin a bordo, Boorman reafirmó su creciente estatus con el film Infierno en el Pacífico (1968).

A los 35 años Boorman abordó su primer proyecto de autor, trabajando en un guion propio y sin apenas injerencia creativas. El resultado fue Leo el Último (1970), un homenaje al cine de Federico Fellini, con Marcello Mastroianni en el papel de un heredero ocioso que vive en un modesto vecindario londinense. Leo el único obtuvo el premio a la Mejor Dirección en el Festival de Cannes y, con él, Boorman obtuvo carta blanca para embarcarse en proyectos aún más personales.
Zardoz (1974)
En Zardoz Boorman pretendía presentar una historia intelectual profunda en un entorno de fantasía. Para ello escribió él mismo el guion en colaboración con su amigo Bill Stair. John tenía por aquel entonces 41 años y se inspiró en la poesía mística de T. S. Eliot; en las leyendas artúricas; en la literatura juvenil de Frank L. Baum (El mago de Oz); en Aldous Huxley y su libro Viejo muere el cisne. Y también en La tierra moribunda, de Jack Vance, novela que fusiona un futuro remoto postapocalíptico y distópico, o sea de ciencia ficción, con fantasía, magia y deidades artificiales.
1974: Un año de crisis sociales, económicas y morales
- La crisis del petróleo se extendió desde el 73 al 74.
- La segregación racial en los colegios de EE.UU. no se eliminó hasta 1974.
- En Portugal se desarrolló la Revolución de los Claveles.
- En Argentina falleció Juan Domingo Perón.
- Richard Nixon, presidente de los Estados Unidos, se vio obligado a dimitir de su cargo a raíz del famoso caso Watergate.
- El 6 de enero de 1974 en Reino Unido se implantó la semana laboral de 3 días a causa de la escasez energética provocada por una huelga en la minería (a comienzos de los 70 la principal fuente de energía en Reino Unido era el carbón).
Boorman y Stair plantean en Zardoz una Tierra en el año 2293 arrasada por una catástrofe nuclear y en el que conviven dos especies de humanos: los Eternos, una casta superior de inmortales recluida en un paraje idílico (el Vórtice); y los Brutales (o Salvajes), unos pobres diablos que viven una existencia precaria en un vasto páramo conocido como las Tierras Exteriores. Entre unos y otros, pero al servicio de los Eternos, se encuentran los Exterminadores, hombres encargados de mantener a la población de Brutales a raya mediante el asesinato.
Zed, el personaje interpretado por Connery, es un Exterminador que consigue penetrar en el Vórtice y comienza a desestabilizar la paz de los Eternos desde dentro. Durante su incursión descubriremos que la existencia aparentemente perfecta de los Eternos tiene sus aristas.

Un cóctel con demasiados ingredientes
La profusión de ideas que Boorman y Baird encajaron en la película hacen complicadísimo seguir la trama. Tendremos una computadora que conecta a todos los humanos, lo que da pie a insinuar el siniestro papel que pueden jugar la tecnología y la tecnocracia. También reflexiones sobre la eugenesia, la dicotomía libertad vs.seguridad o el enfrentamiento entre intelectualismo vs. barbarie.
Y más ideas dispares desfilan por Zardoz: referencias a la lucha de clases, a los terrores de la inmortalidad, a la religiosidad…
Rodaje
Zardoz contó con un presupuesto de poco más de 1 millón de dólares, lo que algunos algunos consideran holgado y para otros era poco más que cuatro duros. Boorman dijo que era poco, sobre todo teniendo en cuenta que las películas de ciencia ficción suelen salir más caras que las realistas. Además, 200.000 de esos dólares fueron a parar al bolsillo de Sean Connery.
Por comparar un poco, el presupuesto de otras películas del mismo año, o década, fueron: El Padrino II (1974), 13 millones. Aeropuerto 75 (1974), 4 millones. Dark Star (1974), 60.000 $. La naranja mecánica (1971), 2,2 millones. La Guerra de las Galaxias (1977), 11 millones.
Para compensar el ajustado presupuesto (visto lo visto), el actor que primero dio cara a James Bond rebajó su caché y prescindió de ciertas comodidades, como de chofer. Además, durante el rodaje se alojó en la residencia de Boorman.
En la campiña irlandesa
Zardoz fue rodada en la campiña de Irlanda cerca de la casa de su director. Las montañas que rodean el lugar, que aparecen en el film, también se pueden ver en otras películas de Boorman como Excalibur (1982). El lago del que emerge la mítica espada del legendario rey Arturo de manos de la Dama también también se encuentra en los alrededores de ese emplazamiento.
Boorman contó que, en tan idílico paraje, Connery gozó de la sensación de estar apartado del mundo y recobró la pasión interpretativa al poner la mayor distancia posible con su anterior papel de 007. Connery también dio rienda suelta a su vena poética, aunque nunca los hizo públicos los poemas que con tanto celo gustaba de escribir.
El rodaje implicó una serie de inconvenientes peculiares, como las protestas de los lugareños por las escenas de desnudos rodadas al aire libre. O el control impuesto en Irlanda a la importación de armas de fuego, recelos derivados de las actividades del IRA. Pero en líneas generales fue rodaje tranquilo gracias al talante afable de Boorman.

En busca de Zed
El papel de Zed, el líder de los Exterminadores y futuro mesías de este universo distópico, se ofreció en primer lugar a Burt Reynolds. Este decidió rechazar el papel en cuanto leyó el ininteligible guion. Eso sí, fue elegante y alegó problemas de agenda, aunque a Boorman le dijo que estaba enfermo.
Sean Connery acababa de dejar el papel de James Bond tras más de 10 años, después de Diamantes para la eternidad (1971). Era en aquel momento el actor mejor pagado del mundo, pero estaba encasillado. Buscaba papeles diferentes y tenía muchas ganas de trabajar con Boorman. El escocés, de por entonces 42 año años, aceptó sin apenas cuestionárselo el papel ofrecido. No tuvo problemas en dejarse crecer mostacho (el pelo era una muy buena peluca, pero el bigote era suyo) ni en exhibirse en taparrabos con tirantes en forma de cruz. Más le costó aparecer vestido de novia.
Charlotte Rampling se unió a la peli atraída por Connery. La actriz se convirtió ese mismo año en mito erótico de su generación debido a su aparición en Portero de noche (1974).

Música y fotografía de Zardoz
En lo musical, Zardoz destaca por la partitura vanguardista («genuina música del siglo XXIII», diría él) de David Munrow. El uso de la Sinfonía Nº 7 de Beethoven en versión a medio camino entre electrónica y de estilo barroco/medieval aporta un paisaje sonoro místico-futurista. Munrrow recrea el famoso Allegretto de la Séptima Sinfonía (2º movimiento).
Cuando estrenó la Séptima Sinfonía en Viena en 1813, Ludwig van tenía 41 años (la misma edad que Boordman cuando rodó Zardoz, curiosamente), y su sordera era ya muy acusada, si no completa. El Allegretto es una especie de marcha fúnebre que termina triunfante. Fue un exitazo instantáneo. El Allegretto de Beethoven ha sido usado en cine montones de veces. Suena en El discurso del rey y en Señales del futuro, con Nicholas Cage. También en X Men- Apocalipsis, y un montón más. Incluso la banda española Mocedades hizo una versión con letra titulada, Cuando tú nazcas.
Usar como banda sonora una pieza beethoveniana pasada por la electrónica emparenta Zardoz con La naranja mecánica (1971), cuya música fue creada por Wendy Carlos. Además, el futuro distópico, más cercano, presentado en la Naranja podría verse como un antecedente del de Zardoz, más lejano. Y ambos son muy icónicos visualmente.
La fotografía corrió a cargo de Geoffrey Unsworth (Cabaret, 2001: Una odisea del espacio, Superman, Un puente lejano). A destacar el contraste entre la desolación de los páramos vs. decoración pop/kirstch/hippie de los Eternos.

Uno de los mayores aciertos de Zardoz es la cabeza de piedra gigante que sobrevuela las Tierras Exteriores y es reverenciada por la facción más violenta de los Brutales, una caterva de asesinos que extermina a sus congéneres al grito de: «Pistolas sí, penes no».
El propio Boorman sirvió de modelo para la elaboración de la cabeza. Y las manos que se ven al final de la peli impresas en la pared de una cueva también son de Boorman. Es un recurso bien elegido ya que las manos son quizá el registro más antiguo de la presencia del ser humano en el planeta.
De fracaso estrepitoso a película de culto
Pese a lo que puede parecer viendo algunos de sus fotogramas, Boorman iba en serio con la película. No se trataba de una gamberrada. Zardoz pretendía ser esotérica y metafísica, una epopeya con ansias filosóficas sobre el conformismo, la violencia y la muerte. ¿El resultado? No cabe duda de que la película resulta fascinante en muchos aspectos, pero sobre todo fallida. Fue un fracaso de crítica y público. En palabras del crítico Gene Siskel:
En Zardoz prácticamente todo fue lamentable. Empezando por la «ceguera narcisista» que había llevado al director inglés a intentar convertir una epopeya de ciencia ficción «perfectamente trivial» en una «confusa exhortación al libertinaje y una desquiciada apología de la muerte».
Boorman, en opinión de nuevo de Siskel, había contraído dos de las peores enfermedades cinematográficas: la autoindulgencia y la desmesura. Zardoz es, para él, un fiasco narrativo y estético.
La película es abstrusa, no hay duda. Y los intentos de mejorarla post-rodaje no cumplieron su función. Un ejemplo de esto es la presentación de Arthur Frayn, añadida a posteriori para que se entendiese mejor la película. Sólo cumple con su función explicativa durante las tres primeras frases… luego Frayn empieza a divagar que si él es una creación imaginaria y le da una vuelta de tuerca a su explicación al decir al espectador: ¿y a ti quién te creó?

Cura de humildad
Tras del pinchazo de Zardoz, Boorman se entregó a un retiro espiritual en Irlanda para lamerse las heridas. Pero parece que no le sirvió de mucho ya que bajó otro peldaño más en su valoración como realizador firmando la secuela de El exorcista, (El exorcista II: El hereje, 1977), una película que incluso él mismo detesta. Años después, el director recordaría que Zardoz y El exorcista 2 supusieron para él una escuela de fracaso y una cura de humildad. Afirmó que:
«Cuando te sientes en la cima del mundo, es cuando más probable resulta que te despeñes».
Por fin, recuperaría el crédito merecidamente con la brillante Excalibur (1981). Y al poco llegaría La selva esmeralda (1985), otra peli destacable. A partir de ahí Boorman siguió dirigiendo durante 30 años más pero con resultados más bien modestos.
Volviendo a Zardoz, en algún momento el film dio la vuelta a la tortilla y de maldita trasmutó a película de culto. En la actualidad, pocas imágenes cinematográficas hay más poderosas e imperecederas que la protagonizada por Sean Connery retozando en taparrabos con un revólver en la mano y con una cabeza voladora gigante en el cielo sobre un páramo fantasmagórico.

Para mí, Boorman se merece el cielo por Deliverance y Excalibur. En cuanto a Zardoz, bueno, pienso que el mundo sería un poquito peor si Zardoz no existiese. Aunque el argumento sea incompresible y pretencioso, me fascina como puede hacerlo una película de David Lynch. Es más,
Zardoz me da para secuela: ¿Qué les pasa a los que se fueron del bosque y no murieron? ¿Que sucedió en otros vórtices? Porque hay varios, el de la peli creo que es el número 4…
Podría comentar cien cosas más, pero prefiero invitaros a escuchar el pódcast de Podcaliptus Bonbon en el que Víctor Deckard, Bor Ralleira y servidor discutimos la peli escena a escena:
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