Las estrellas, mi destino es una novela de ciencia ficción publicada en 1956 por el escritor americano Alfred Bester. También se conoce por el título Tigre, tigre. Por las variadas e imaginativas ideas que contiene se considera uno de los grandes hitos del género.
Estamos ante una aventura espacial y futurista, con algunos dejes románticos (quizá lo menos convincente del libro), unos cuantos giros inesperados propios de un thriller… Y un montón de ideas llevadas a sus últimos términos.
La trama orbita en torno a la venganza ciega del protagonista, Gully Foyle:
Siglo xxv. Gully Foyle fue abandonado a su suerte en los restos de una nave espacial accidentada. La Vorga -otra nave que pasaba por allí- pudo rescatarlo, pero no lo hizo. Aun así Foyle logró sobrevivir milagrosamente y, desde entonces, ha venido acumulando riquezas y poder con un único objetivo: vengarse.
Gully Foyle es el incómodo protagonista de Las estrellas, mi destino
Gully Foyle, el protagonista, es un hombre totalmente normal (entendido como mediocre), sin absolutamente nada a destacar. Al comienzo de la novela se encuentra varado en los restos de una nave en el espacio, sin posibilidad de salvarse. Pronto sucederá un hecho que hace despertar su rabia. Y esa rabia se dirige hacia un deseo de venganza absolutamente implacable.
Llevaba ciento setenta días muriendo y aún no había muerto. De todas las bestias del mundo era la menos valiosa, y la que más posibilidades tenía de sobrevivir.
A diferencia del típico héroe sin tacha de las space operas pulp, Gully Foyle es un ser despreciable y amoral. Viola y aplasta a quien sea por lograr su venganza. No le importa nadie más que él mismo. Tampoco lo frena tener que realizar cualquier atrocidad con tal de salirse con la suya. Y el caso es que Bester consigue que termines empatizando con Foyle, no sin antes odiarlo primero.
Demasiado vacío para la amistad, demasiado vago para el amor. Se había contentado con vagar de un momento de su existencia a otro durante treinta años.
Al parecer Alfred Bester se inspiró en la historia real de un marinero chino que sobrevivió 133 días en una balsa en el Atlántico Sur. Los hechos ocurrieron tras el hundimiento de su barco por un submarino alemán durante la Segunda Guerra Mundial. También en El conde de Montecristo: un hombre que jura venganza. Pero mientras que Montecristo es frío, calculador y paciente, Gully Foyle es un simio encolerizado con una pistola de rayos.
Una narración demoledora y rebosante de fuegos artificiales
La novela es un ejemplo de escritura vigorosa, plagada de frases potentes como puñetazos en la mandíbula. Por ejemplo, el prólogo de Las estrellas, mi destino es pura maravilla, con un estilo que homenajea a Dickens y su Historia de dos ciudades:
Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos. La edad de la sabiduría, y también de la locura; la época de las creencias y de la incredulidad; la era de la luz y de las tinieblas; la primavera de la esperanza y el invierno de la desesperación.
Charles Dickens, Historia de dos Ciudades.
Era una Edad de Oro, una época de grandes aventuras, de vidas frenéticas y muertes violentas… pero nadie pensaba en ello. Era un futuro de fortunas y robos, pillaje y rapiña, cultura y vicios… pero nadie lo admitía. Era una época de posturas extremas, un fascinante siglo de rarezas… pero a nadie le gustaba.
Alfred Bester, Las estrellas, mi destino.
Las estrellas, mi destino es un libro corto, intenso y potente. Tenemos un salvaje protagonista y un mundo espectacular, lleno de conceptos fascinantes. Y lo bueno es que los conceptos de ciencia ficción no son meros adornos, si no que se les saca todo el jugo.
La fortaleza de Bester es su capacidad de no caer en lo trivial, de no remitirse a lo ya visto, sino sorprender todo el rato. Cualquier escena, situación, personaje, escenario es un desafío a las convenciones, un ir más allá del simple relato rutinario. Eso le una fuerza tremenda al relato, que te vuela la cabeza todo el rato. Y Bester nunca afloja el nivel de exigencia, lo da todo en cada párrafo.
La novela no es que se lea bien, sino que se devora. De hecho, hay que dosificar sus en torno a 300 páginas para no ventilárselas demasiado rápido.
Tormenta de ideas
Estamos en un mundo futurista en el que el teletransporte se ha generalizado: el jaunteo. Es una habilidad descubierta por un investigador llamado Jaunte que te permite a quien la domina teletransportarse a miles de kilómetros. O sea, el jaunteo es el transporte de uno mismo a través del espacio tan solo por un esfuerzo mental.
En cuanto los escenarios, la colonización del espacio es un hecho, lo que ha distanciado por completo las costumbres de los seres humanos. Además, las megacorporaciones se imponen a un sistema político en crisis por los enfrentamientos entre la Tierra y sus colonias en la galaxia. Esto ahora se ve como un cliché, pero entonces, cuando Bester escribió Las estrellas, mi destino, era toda una novedad.
Asimismo, nos presenta una sociedad clasista, llena de poderosos y sus excesos. Para las mujeres ha supuesto un retroceso en sus libertades (gracias al jaunteo es más fácil que nunca que te agredan sexualmente).
Las estrellas, mi destino: ciberpunk antes del ciberpunk
Por la visión negativa de un futuro dominado por las megacorporaciones, y las mejoras artificiales de las capacidades humanas, se puede considerar la novela como precursora del ciberpunk. Tanto es así que un momento del libro tenemos al frenético Foyle convertido en ciborg con la capacidad de moverse al estilo bullet time de Matrix.
La operación que había transformado la mitad de su cuerpo en una máquina electrónica había localizado el tablero de control en sus dientes.
Y muchas cosas más, como explosivos que se detonan telepáticamente. Tatuajes que cobran vida de cierta manera. Viajes espaciales. Personajes radiactivos o que coleccionan monstruosidades, etc., etc.
En fin, Las estrellas, mi destino es una aventura trepidante y adictiva, una historia de obsesión y venganza. Y con un final caótico y místico pero al mismo tiempo épico en el que nuestro protagonista se transmuta de un ser despreciable a un nuevo superhombre.
Alfred Bester
A Alfred Bester (1913-1987) se le ha llamado escritor cometa. Antes de novelista, fue guionista para cómics, radio y televisión, incluyendo seriales como Superman, Batman, Nick Carter, Charlie Chan, Tom Corbett y La Sombra. En la década de los 50 lo petó con El hombre demolido (1952), ganadoar un premio Hugo (el primero que se otorgó, por cierto). Las estrellas, mi destino llegó 4 años después (1956) y cosechó un éxito similar, aunque esta vez sin premio.
Sin embargo, durante la década de los 60 se apartó del género para dedicarse a escribir artículos. A finales de los 70 y principios de los 80 volvió a publicar novelas. Sin embargo, los títulos que presentó estos años ya no tuvieron el impacto de sus anteriores obras. Algunas de ellas son The computer conexion (1975) o Los impostores (1981).
Recientemente leí Los impostores. Aunque conserva parte del vigor narrativo de Las estrellas, mi destino, y su desbordante imaginación, el argumento es muy bizarro y no demasiado interesante. Y también tiene cierto tufillo rancio en su visión de las mujeres y la homosexualidad.
El estilo de Bester puede definirse como una explosión de ideas y conceptos originales. Otros autores lo que hacen es desarrollar un único gran concepto hasta sus últimas consecuencias (o no) por novela. Bester, en cambio, era un autor rebosante de ideas que dispara sin parar en sus libros ametrallando al lector. Esto hace que te lance a su mundo imaginario de una patada. Y que una vez allí no puedes más que dejarte llevar y disfrutar del sentido de la maravilla. Tamaña explosión de imaginación es muy estimulante.
Por cierto, también tenía una rara afición por los caligramas, que salpican tanto Las estrellas, mi destino como otras obras suyas.
SOBRE MÍ Me llamo P. A. García y soy escritor. Tengo tres novelas publicadas: Un oficio indiscreto es una novela negra en un mundo de ciencia ficción. Porvenir es una aventura espacial futurista con toques apocalípticos. La Secta del Fuego es una novela de espada y brujería. También he escrito para Ediciones Akal el libro de divulgación histórica La Francia de Gilles de Rais. El primer asesino en serie de la historia. Además, participo en el pódcast sobre cine e historia La Hoguera de los Necios.