Nave generacional – Una carrera de relevos entre las estrellas


Una nave generacional es un vehículo espacial en el que la tripulación se aloja como mínimo durante varias décadas, implicando el viaje a más de una generación. Se pueden describir las andanzas de una de estas naves como una carrera de relevos generacional.

Cuando la duración del un viaje espacial sobrepasa por mucho la longevidad de la vida humana, la tripulación original envejecerá y morirá antes de alcanzar su meta. Por eso, los que lleguen a destino serán los descendientes de la tripulación original, ya desaparecida. En caso de que la velocidad del vehículo sea muy limitada, o que recorra distancias realmente enormes, múltiples generaciones vivirán y morirán a bordo de la nave.

Hay quien define a la nave generacional como una nave-arca interestelar que viaja a velocidad sub-luz. Sub-luz quiere decir a menos velocidad que la luz. Se descarta, por tanto, el viaje instantáneo, ya sea cruzando un agujero de gusano o mediante alguna forma de teletransporte. Es por ello que para llegar a destino pueden ser necesarios decenas, cientos, miles o incluso cientos de miles de años, dependiendo del caso.

Aunque el destino sea una estrella cercana, las distancias interestelares son enormes. Un año-luz es la distancia que recorre la luz en un año. La luz viaja a 300.000 kilómetros por segundo en el vacío. Poco menos que la distancia Tierra-Luna. A esa velocidad, un rayo de luz puede dar aproximadamente 7.46 vueltas a la Tierra en un segundo. Para llegar al sistema estelar más a mano desde la Tierra, Próxima Centauri, necesitaríamos 4.22 años. Eso suponiendo que nuestra nave pudiese alcanzar velocidades lumínicas, algo que impiden las leyes de la física.

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Orígenes del concepto de nave generacional

En la novela Un viaje a Venus, de John Munro (1897), se dice:

Con una nave lo suficientemente grande para proporcionar las necesidades de la vida, un grupo selecto de mujeres y hombres puede emprender un viaje a través de la Vía Láctea, y si todo va bien, sus descendientes llegarán allí en el transcurso de unos pocos miles de años.

Esta podría ser la primera articulación del concepto de nave generacional desde una óptica más o menos realista. No en vano, Munro era ingeniero. Por cierto, Munro también adelantó dos ideas tecnológicas en materia de propulsión de naves espaciales: cohetes alimentados con combustible líquido, y un tipo de motores (todavía teóricos) de propulsión magnética.

Otro pionero en propulsión de cohetes, Robert Goddard, fue de los primeros en plantear la posibilidad del viaje interestelar de larga duración. Lo hizo en el ensayo La última migración (1918). Goddard vino a decir que, ya que la muerte del Sol ocurrirá sí o sí en un futuro lejano, será necesario construir un arca hacia las estrellas. A bordo del arca tendría lugar un viaje de cientos de años con los tripulantes en animación suspendida, siendo despertados de vez en cuando para comprobar los sistemas de la nave. Como nave-arca Goddard propuso pequeñas lunas o asteroides. Los retos a los que tendría que hacer frente la tripulación, según él, serían de tipo psicológico, por la duración del encierro, e incluso transformaciones a nivel genético. Todo un visionario, el señor Goddard.

Por su parte el teórico ruso Konstantin Tsiolkovsky, reconocido padre de la astronáutica, describió que serían necesarios varias generaciones de pasajeros y tripulantes para llegar a otra estrella a bordo de un vehículo espacial. Lo hizo en su ensayo El futuro de la Tierra y la humanidad (1928). Según él, los colonizadores precisarían de naves capaces de viajar durante miles de años como si fueran arcas de Noé espaciales. Tsiolkovsky planteó también la idea tan estimulante de que cabía la posibilidad de que los viajeros cambiaran drásticamente con el paso de las generaciones a muchos niveles: social, cultural, psicológico, físico… Incluso podría suceder que se olvidaran de que un día la Tierra existió y de que es de allí de donde proceden.

De la mente de Tsiolkovsky salieron otros conceptos como el del ascensor espacial o las estaciones orbitales.

La Tierra es la cuna de la humanidad, pero no podemos vivir para siempre en una cuna.

Konstantin Tsiolkovsky


Por último, en el ensayo El mundo, la carne y el Diablo, del científico irlandés John Desmond Bernal (1929), también se describe una nave generacional. Su ensayo fue la primera publicación de este estilo que llegó a un público masivo e influyó a otros escritores. A Bernal también se le recuerda por haber propuesto por primera vez la llamada esfera de Bernal, basada en un asteroide hueco que se usaría como hogar de larga duración en misiones generacionales de colonización del espacio.

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Características y retos de una nave generacional

Se suele hablar de tres tipos básicos de nave generacional: una nave lenta, una nave colonizadora y una nave-mundo. Que estemos ante una u otra dependerá de su velocidad, población, objetivos, etc. En cualquier caso, una nave generacional debe ser:

  • Autosuficiente, es decir que tiene que proporcionar un hábitat autónomo que garantice soporte vital y las necesidades básicas.
  • Resistente, garantizando un funcionamiento prolongado de todos sus sistemas de cara a que sea un vehículo muy longevo.
  • Lo suficientemente grande para una población que puede llegar a ser de miles de seres humanos.

Una nave generacional en tránsito irremediablemente tendrá que hacer frente a problemas de tipo biológico, social y moral. Al fin y al cabo, se tratará de una autarquía completamente aislada. Por ejemplo, que las generaciones venideras estén de acuerdo con los objetivos y la manera de lograrlos que se propusieron sus predecesores puede ser un tema espinoso. Los cambios sociales drásticos pueden dar origen a motines o incluso al retroceso a un primitivismo salvaje.

Si estamos ante un viaje de 200 años, habría que partir con al menos 160 personas a bordo para garantizar la diversidad genética (según las estimaciones más optimistas). El éxito dependerá básicamente de los niños que nazcan: de si son suficientes y pueden crecer a tiempo para reemplazar a sus predecesores. En todo caso, la endogamia es muy mala, sino que se lo pregunten a la Casa Real de los Austrias (el podcast Mundo Gilipoy te lo explica en este episodio); así que si embarcamos a más gente, y por tanto garantizamos mayor variabilidad genética, mejor.

También hay que tener en cuenta posibles accidentes o fallos catastróficos de toda índole, como micrometeoritos o mutaciones fatales debido a la radiación cósmica ionizante.

En principio, en una nave generacional la tripulación viaja despierta, pero hay otras opciones. Puede haber alternancia con períodos de hibernación o animación suspendida. Pero el envejecimiento de los pasajeros será inevitable y sus descendientes tendrán que tomar el relevo en algún momento.

Otras alternativas, como enviar embriones supervisados por una IA, entiendo que ya se desvinculan del concepto de nave generacional.

Naves generacionales en la ciencia ficción

He compilado un listado con algunas de las novelas y relatos que recurren al concepto de nave generacional de las que he oído hablar. (De todas ellas sólo he leído a Heinlein, Aldiss y Cabeza).

  • 1934. The living galaxy, de Laurence Manning. Aquí tenemos un pequeño mundo autopropulsado.
  • 1935. Proxima Centauri, de Murray Leinster. Se nos presenta un viaje no muy largo, de siete años, pero en el que algunas familias que tienen hijos en ruta. En determinado momento se produce un motín en la nave.
  • 1940. El viaje que duró 600 años, de Don Wilcox. El capitán de la nave generacional está en hibernación y cada cien años es despertado para revisar el progreso de la nave. Cada vez que despierta se encuentra grandes cambios sociales entre los descendientes de la tripulación original, principalmente una caída en el salvajismo. También una plaga. Sus sucesivas apariciones derivan en que se convierte en objeto de superstición por parte de la tripulación, que cada vez está más tribalizada. En definitiva: degeneración social y cultural a bordo de la nave. Una trama que servirá de principal paradigma para las ficciones posteriores.
  • 1941. Universo, seguido de Sentido común, de Robert A. Heinlein. En 1963 las dos historias fueron unidas en el libro Huérfanos del espacio. Aquí nos encontramos que la tripulación de una nave generacional se ha olvidado de todo, hasta de que está en una nave espacial, y ha degenerado a un estado de rigidez social, con distintas jerarquías enfrentadas y dominadas por la superstición. Tendremos también mutantes y una especie de culto sacerdotal a los manuales técnicos de la nave.
  • 1946. Rescue party, de Arthur C. Clarke. La Tierra tiene que ser evacuada ante la inminente llegada de una nova. Los evacuados son llevados, sin ellos saberlo, hacia las estrellas en una flota gigante de cohetes generacionales primitivos.
  • 1953-1956. Spacebred generations/Target generation, de Clifford Simak. Plantea que la religión es necesaria para mantener a flote a la tripulación de la nave generacional y así poder alcanzar su destino.
  • 1953. The star keepers, de Milton Lesser. Encontramos a una sociedad dividida en cuatro estamentos rígidos viajando en un asteroide semihueco.
  • 1954. A start in life, de Arthur Sellings. Una plaga diezma a la tripulación de una nave generacional, dejando como únicos supervivientes dos niños de cinco años de edad que serán criados por robots.
  • 1956. The space-born, de E. C. Tubb. Presenta una visión distópica de la vida en una nave generacional. El espacio físico de la nave —cerrado, controlado, hermético— crea un régimen que impone la estabilidad mediante métodos atroces: eugenesia, esterilización forzada, asesinato de todos los mayores de 40 años.
  • 1957. Lungfish, luego retitulada Rendezvous with destiny en 1958, de John Brunner. Una nave generacional ejerce el rol de madre sustituta en la mente de los ocupantes. Incluso cuando llegan a destino no abandonan el útero materno.
  • 1957. The wind blows free, de Chad Olivers. Debido al trauma de despertarse en una nave generacional, un hombre medio enloquecido por el ambiente claustrofóbico de a bordo abre una esclusa de aire para darse cuenta de que la nave ha aterrizado en un planeta siglos atrás.
  • 1958. Wish upon a star, de Judith Merril. Una nave generacional con veinte mujeres y cuatro hombres da como resultado una sociedad matriarcal.
  • 1959. Non-Stop, de Brian Aldiss. Su primera novela. Sigue las ideas de Heinlein y las reformula. Para los pasajeros, la nave es un mundo en sí mismo, se han olvidado de que están en un vehículo artificial que surca el espacio. La gente ha degenerado a una sociedad semiprimitiva.
  • 1959. La nave, de Tomás Salvador. Un navío estelar, lanzado para transportar a varios miles de colonos a su destino entre las estrellas, se pierde en la inmensidad del espacio. 700 años después, los tripulantes han olvidado su origen y propósito, y creen habitar un mundo cerrado en decadencia que les provee casi mágicamente de todo cuanto necesitan.
  • 1961. 200 years to Christmas, de J. T. McIntosh. La historia transcurre a aproximadamente a la mitad de un viaje de 400 años desde la Tierra a otra estrella. Los habitantes de la nave generacional no están seguros de si la sociedad humana ha sobrevivido fuera de ella; la abandonaron a toda prisa en una época de gran tensión social.
  • 1965. The ballad of Beta-2, de Samuel R. Delany. Se narran los intentos de un estudiante por desentrañar el pasado de una peculiar civilización de naves generacionales a través de su poesía. Y es que la nave Beta-2 quedó confinada en un lejano rincón de la galaxia, junto con la colonia humana que transportaba. Siglos después, Beta-2 y su Pueblo Estelar son leyenda.
  • 1965. Éxodo estelar, de A. E. Van Vogt. En una astronave gigantesca de viaje hacia la constelación de Centauro, se suceden varias generaciones que van explorando un planeta tras otro, sin encontrar un mundo habitable. Se producen rebeliones de los jóvenes que van naciendo a bordo, en el espacio, para quienes las leyes de la Tierra ya nada significan.
  • 1966. The watch below, de James White. Dos sagas de naves generacionales, una de humanos atrapados debajo del mar y otra de aliens que cruzan el espacio hacia la Tierra, se encuentran en un océano terrestre. James White es autor de Hospital del espacio.
  • 1969. Nave de sombras, de Fritz Leiber. Ciencia ficción y vampiros, aunque poco tienen que ver con los vampiros victorianos. Una colosal nave deambula por el universo. Muy pronto corre el rumor de que unas extrañas criaturas acechan en el interior de la nave, seres que se alimentan de sangre y que reptan al amparo de las sombras.
  • 1969. Universo cautivo, de Harry Harrison. La tripulación y los colonos en potencia de una nave generacional se han transformado en monjes medievales y campesinos aztecas.
  • 1974. Promised Land, de Brian M. Stableford. Se nos muestra una sociedad de colonizadores cuya estructura social se basa en la que se formó durante generaciones en la nave espacial en la que llegaron.
  • 1974. Los jinetes de la antorcha, de Norman Spinrad. La diáspora de la humanidad por el universo. En el futuro, una catástrofe hace que la Tierra estalle. Por suerte, los humanos han desarrollado un tipo de motor que utiliza como combustible cualquier cosa que encuentre a su paso. Las naves sobrevivientes, como un enjambre, se dedican a buscar un nuevo planeta en el cual asentarse.
  • 1979. Efímeras/Mayfliess, de Kevin O´Donnell Jr. Las vidas de los humanos parecen efímeras en contraste con el casi inmortal cerebro humano, embutido en un cíborg, que es el computador de la nave generacional colonial en la que viajan.
  • 1983. Earthseed, de Pamela Sargent. Aquí la nave generacional es un asteroide hueco lleno de adolescentes.
  • 1991. The dark beyond the stars, de Frank R. Robinson. A bordo de una nave generacional y en una larga misión para buscar vida extraterrestre en la galaxia, el capitán y el protagonista, un técnico de 17 años, entran en conflicto.
  • 2005. Learning in the world, de Ken Macleod. La ultima generación de viajeros generacionales descubren lo que son.
  • 2007. Ark, de Paul Chafe. La nave colonial Ark es el mayor proyecto de la raza humana: un mundo autosuficiente, construido a lo largo de cien años, lanzado en un viaje de diez mil años para llevar las semillas de la civilización a las estrellas.
  • 2023. Takarabune, de Sabino Cabeza. La novela nos sitúa en la Takarabune, una nave generacional enorme. Tras 500 años viajando en hibernación, la tripulación se lleva el chasco de que el planeta que iban a colonizar ha sido reducido a escombros por algún cataclismo cósmico. Ante esta tesitura, a la Takarabune no le queda más remedio que poner rumbo al siguiente al planeta presumiblemente habitable más cercano. Esto supone que el viaje se alargue otros 400 años más. Se organiza una nueva estructura social para plantar cara a la adversidad.
¿Conoces alguna otra novela o historia corta que incluya el tropo de la nave generacional? ¿O una peli, o cómic u otro formato?

LIBRO RECOMENDADO:

Un oficio indiscreto es una novela negra en un mundo de ciencia ficción. (No hay naves generacionales aquí, pero sí otro tropo clásico de la ciencia ficción: terraformación).


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