Estación Hawksbill, de Robert Silverberg


Estación Hawksbill (Hawksbill Station) es una novela de ciencia ficción del escritor estadounidense Robert Silverberg. La historia apareció por primera vez en 1967 en forma de relato. El autor lo amplió a novela al año siguiente (1968), y en el año 2000 fue reeditada por Frederik Pohl.

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La trama de Estación Hawksbill nos lleva a mil millones de años en el pasado, concretamente al período Cámbrico. El Cámbrico fue una era geológica en la que todavía no existían ni dinosaurios, ni reptiles de ningún tipo, ni insectos siquiera. Sólo mar y roca, sin nada verde porque la evolución todavía no había inventado la clorofila, o sea la hierba. Sólo existía la vida marina y esta no consistía en peces sino en trilobites y moluscos.

En el futuro se ha descubierto el viaje en el tiempo al pasado y, gracias a esta tecnología, se envía al Cámbrico a los presos políticos. El asentamiento recibe el nombre de Estación Hawksbill. Los más veteranos llevan más de veinte años viviendo en ese destierro temporal. Se los ha enviado a una época tan remota para que nada de lo que hagan cambie el futuro de los mamíferos. Además, todos los deportados son hombres. No se envía a mujeres para evitar que los presidiarios se reproduzcan y originen una nueva humanidad, algo que sería ciertamente peliagudo.

Las mujeres también son deportadas por sus ideas políticas, pero ellas son enviadas a otra era geológica: el Silúrico.

Abandonados en el pasado, pero no olvidados

Los presos políticos asentados en la Estación Hawksbill forman una batiburrillo de anarquistas, izquierdistas, comunistas, derechistas, liberales, etc. Lo que tienen en común es que en su época de origen (principios del s. XXI) eran terroristas o agitadores antigubernamentales que tocaron las narices al gobierno de turno, un régimen distópico y tiránico.

Los exiliados no están totalmente abandonados, sino que de vez en cuando reciben envíos de las autoridades del futuro. Los recursos que les mandan suelen ser medicinas, pilas de energía, materiales de construcción, verduras, etc. Debido a esto el gobierno se ve a sí mimo como benévolo, ya que enviar a esos indeseables a la estación es considerada una acción humanitaria: así evitan tener que asesinarlos.

Los presos tienen que hacer frente a la terrible angustia de saber que no tienen posibilidad de regresar a su tiempo. En este futuro alternativo se ha inventado el viaje en el tiempo, pero sólo al pasado y sólo de ida.

En la Estación Hawksbill sobreviven 140 residentes, unos en mejores condiciones físicas y mentales, y otros en peores. Por ejemplo, hay un hombre enloquecido que está fabricando una mujer con tierra y carne podrida de braquiópodos. Otro preso cree que quizá pueda regresar a su época mediante una especie de viaje astral. Y otro se ha derrumbado por la agonía que supone verse arrancado de su origen temporal para siempre. Debido a su estado psicótico se pasa el día drogado para que no se ponga violento. Pero este enfermo supone una excepción ya que la mayoría los presos de la estación son hombres pacíficos.

Los presos llaman al futuro del que proceden Arriba. Ellos están Abajo y ahí se van a quedar hasta que se mueran.

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Jim Barret es el líder de la Estación Hawskbill

El líder de la Estación Hawksbill, y protagonista principal de la novela, es un hombre llamado Jim Barret. Por su veteranía, su carisma, su templanza y la autoridad natural que emana, Barret es el hombre al mando. Y lo es pese a estar bastante avejentado y tullido (una lesión en un pie le obliga a caminar con muletas).

Barrett es un hombre apenado y melancólico tanto por su lesión como porque nota que se hace viejo y pierde fuerzas cada día. Es un tipo desencantado muy en sintonía con otros personajes creados por R. Silverberg, como los protagonistas de Muero por dentro, El hombre en el laberinto o Regreso a Belzagor. Pero pese a su amargura, Barret es un líder con aplomo y compasivo que se asegura de que nadie lo pase mal, o lo menos mal posible.

Un nuevo preso llega a la Estación Hawksbill

La situación de los residentes de la estación da un vuelco cuando, después de varios meses sin noticias de Arriba, llega un preso nuevo: Lew Hahn. Hahn es un hombre joven (el más joven que han enviado desde Arriba hasta hasta ahora) y proviene de 2029. De primeras, los exiliados temporales ven en Lew Hahn la posibilidad de enterarse de las novedades que están pasando en su época de origen. Pero el recién llegado resulta ser un chasco: a las preguntas de los residentes, Hanh sólo contesta con evasivas y realmente no les cuenta nada interesante sobre el estado del país.

Hahn es todo un misterio. Tiene una apariencia frágil pero parece falsa. De hecho, todo parece falso en él. Dice ser economista pero no demuestra saber nada de economía. Dice que era también un revolucionario pero no se moja explicando qué ideología defendía. Parece que oculta algo. ¿Es un espía? ¿Es en realidad un preso común, un asesino psicópata por ejemplo? Desvelar quién es en realidad Hanh será uno de los ejes de la novela.

La novela también pone el foco en cómo es el día a día de esos hombres atrapados mil millones de años atrás en el tiempo; y en el pasado de Barret. Se nos irá contando cómo Barret se metió en movimientos políticos clandestinos y cómo acabó preso. En esta subtrama, ambientada en el siglo XXI, se nos mostrarán algunos detalles futuristas, como ventanas que se opacan dando un botón, coches eléctricos o armas explosivas con nombres originales. Pero poco más. El aspecto futurista fundamental va a ser la deriva gubernamental hacia una tiranía opresora.

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Una distopía política

El gobierno autoritario que se nos presenta en este futuro distópico reúne lo peor del comunismo con lo peor del capitalismo. Por ejemplo, el estado interviene a tope en las libertades individuales, pero al mismo tiempo la inversión en servicios públicos es cero y todo está privatizado. También se nos habla de un aislamiento económico en el comercio internacional. Y de que el gobierno controla los medios de comunicación y cuenta con una policía secreta represora de disidentes.

La visión de Silverberg de la política es pesimista. Expone que lo que hoy es revolucionario, en seguida puede anquilosarse si tiene éxito, y que tarde o temprano la corrupción de las instituciones termina imponiéndose. Por esto, la revolución tiene que ser algo continuo ya que revolución y contrarrevolución con conceptos muy volátiles.

Otra idea que planea sobre el libro es que los extremos se acaban tocando. Siendo así, una tiranía de derechas no se diferencia mucho de una de izquierdas en todo lo que tiene que ver con censura, represión policial, exilio forzoso o ejecuciones de opositores.

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Estación Hawksbill es otra novela cumplidora de Silverberg

Me gusta mucho como escribe Robert Silverberg. Su prosa me produce bastante deleite estético, algo similar a lo que me sucede con Andrezj Sapkowski. Silverberg suele ser conciso, tajante y contundente. Se expresa con frases cortas y potentes gracias a combinaciones muy originales de palabras.

Además, me resulta un narrador sólido y preciso en lo que a argumentos se refiere. Da la impresión de que tiene muy claro lo que quiere contar y sabe cómo hacerlo, y profundiza razonablemente en los temas que toca pero sin dispersarse. Va a al meollo de la trama en cada giro. Y los giros que introduce suelen ser muy bien escogidos de cara a conducir la intriga por unos derroteros claros pero no previsibles.

La novela tiene ritmo. Leyendo Estación Hawksbill me resultó imposible detenerme a mitad de un capítulo. No son capítulos especialmente largos pero tampoco súpercortos. El arranque es bastante intenso, te mete de lleno en harina, y los giros están adecuadamente dosificados. Para mí, como escritor aficionado, Silverberg es un ejemplo a seguir, un maestro.

Algunas pequeñas pegas

Encontramos en el texto algún que otro comentario machista. La opinión que tenía Silverberg de las mujeres era bastante típica de su época, aunque en su caso tal vez un poco más escorada al sexismo que otros autores contemporáneos. Actividades como limpiar la casa se les atribuye exclusivamente a las mujeres. Aparte de eso, su papel es poco más que de interés amoroso o de simple reclamo sexual. Además, Silverberg presenta a las jóvenes revolucionaras como chicas de aspecto descuidado, más bien feúchas y de entrepierna fácil.

Otro asunto un poco espinoso por lo rancio tiene que ver con la visión de la homosexualidad. En la novela hay un personaje que, por hecho de que los residentes de la estación son todos hombres, se vuelve homosexual, para un tiempo después volverle a gustar las mujeres. No creo que la orientación sexual de una persona funcione de esa manera tan volátil.

Pedro pese a estos detalles menores, he disfrutado en buena medida de Estación Hawksbill. Quizá no destaque entre lo mejor de la obra de Silverberg, pero cumple sobradamente.

SOBRE MÍ

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