Juana de Arco: Guerra, alucinaciones y traición

Juana de Arco es la heroína de Francia por excelencia, alcanzando la categoría de santa. Tuvo un papel clave en la restauración de la corona francesa a finales de la Guerra de los Cien Años (siglo XV). Su figura fue crucial para que el país galo desarrollase un espíritu de unidad nacional.

En su vida se entrecruzan historia y leyenda a partes iguales, como no podía ser de otra manera en un personaje de la Baja Edad Media. 

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Grabado de 1903 representando a Juana de Arco – Fuente

Juana de Arco: Una niña diferente a las demás

Juana de Arco nació en la localidad de Domrémy en 1412, es decir setenta y cinco años después del comienzo de la Guerra de los Cien Años. Su nombre en francés es Joan d´Arc. De niña la llamaban Jeanne o Jeannette, que se podría traducir como Juanita.

Procedía de una familia de campesinos analfabetos, humildes pero que disponían de lo suficiente para cubrir sus necesidades. Vivían en la región de Champagne, al noroeste de Francia. Este territorio estaba bajo la influencia del delfín Carlos (el heredero al trono), aunque lindaba con los dominios borgoñeses (aliados de los ingleses en la Guerra de los Cien Años).

Su padre se llamaba Jazques D´Arc, se cree que porque nació en el cercano pueblo de Arc-en-Barrois. Su madre era Isabelle Romée (también se la conoce como Isabelle de Vouthon). Juana no era hija única, tenía hermanos mayores. Desde niña, se cuenta, tenía una mirada enormemente expresiva, y solía recortar sus cabellos rubios al estilo de los chicos.

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La actriz Lise Leplat Prudhomme en el papel de una jovencísima Juana de Arco (2019).

Uno de los primeros elementos legendarios de su biografía es que acostumbraba a jugar muy cerca de un roble que en su aldea llamaban el «árbol mágico de las hadas». Todo un augurio que recordaba a una profecía atribuida a Merlín, que decía que:

Francia algún día sería salvada por una doncella virgen llegada desde un bosque de hadas.

merlín, el mago

La Guerra de los Cien Años

La Guerra de los Cien Años fue un conflicto bélico cruel y sangriento en el que se disputaba la hegemonía sobre Francia. En tiempos de la joven Juana de Arco las tropas inglesas y sus aliadas borgoñesas asolaban el país y tenían atemorizada a la gente del lugar.

El delfín (príncipe) francés Carlos, futuro Carlos VII, llevaba meses arrinconado, totalmente inoperante ante el invasor.

Ajena a todo esto, Juana se dedicaba a sus quehaceres, ya fueran pastorear o hilar. Y por encima de todo asistía a la iglesia y rezaba devotamente siempre que podía. 

Comienzan las visiones

A los trece años (en 1425) Juana empezó supuestamente a tener visiones de san Miguel Arcángel, santa Catalina y santa Margarita. Y, sobre todo, oía voces que le exhortaban a llevar una vida devota y piadosa. También presenció apariciones de ángeles de acuerdo con su propio testimonio.

Años más tarde oye de nuevo voces, esta vez del mismísimo Dios. Según ella, Dios le dio la misión de dirigir al ejército francés para expulsar a los ingleses y coronar como rey legítimo al delfín Carlos de Valois. El relato que hace Juan A. Cebrián de estas voces celestiales es lo suficientemente evocador:

«Escuchó una voz cercana, a la que siguieron otras, envueltas por un resplandor».

Juan Antonio cebrián

Se le manifestó la voz de Dios, según ella, cuando se hallaba en el jardín de su padre. La voz provenía del costado de la iglesia y emanaba con enorme claridad. No tuvo miedo, dijo, porque le quedó claro que era una voz divina. La voz le hablaba dos o tres veces por semana, aunque a veces no comprendía el mensaje.

¿Esquizofrenia? ¿Sugestión? Seguramente un poco de ambas. No podemos olvidar que nos encontramos en una época de superstición y confusión, y ante unas gentes asediadas por el terror y las penurias. Se daban todos los ingredientes para que el histerismo religioso se propagase como un incendio. El consuelo sobrenatural era tan bienvenido como temido era el castigo divino.

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Representación de Juana de Arco teniendo una de sus visiones – Fuente

Intentos de unirse a las tropas del príncipe Carlos

La fama de mensajera de dios de Juana de Arco se extendió por la comarca. Ella misma fue la primera en autoconvencerse del papel vital que le tocaría desempeñar en el porvenir de Francia. En 1428 viajó a Vaucouleurs y pidió alistarse en las filas de Carlos. Tenía tan solo dieciséis años y quería alertar al delfín de los peligros que, según sus voces alucinatorias, corría. La rechazaron y expulsaron de allí entre burlas y amenazas de propinarle una buena zurra.

Unos meses después los ingleses tomaron la delantera y asediaron Orleáns, el último feudo importante que era partidario de Carlos. El delfín tuvo que refugiarse en la ciudad de Chinon, más arrinconado que nunca. Las voces de Juana de Arco no solo no cesaron, sino que se volvieron más apremiantes. De hecho, se cuenta que le habían predicho este terrible contratiempo.

La propia doncella intentó convencerse a sí misma que la misión que le habían impuesto era imposible, puesto que no sabía ni montar a caballo ni usar la espada. Pero al final acudió de nuevo a Vaucouleurs y esta vez sí fue recibida y escuchada.

Localidad de Chinon (Francia) – Fuente

El príncipe Carlos accede a la petición de Juana de Arco

Existía el rumor de que el reino iba a ser salvado por la virgen de Lorena mediante una mujer. Este augurio, unido al ya mencionado atribuida al mago Merlín y los supuestos dones proféticos de Juana, consiguieron que a la muchacha fuera presentada ante el rey. Quizá se dijeron que no tenían nada que perder por intentarlo.

El encuentro ocurrió en Chinon. Juana de Arco iba vestida de hombre y a su llegada contó con un testigo de excepción: un barón psicópata llamado Gilles de Rais. La Pucelle, como también se la conoce, dejó pasmados a los presentes en la audiencia con el delfín. Recordemos que se trataba de una muchacha de dieciséis años, de poca altura y cuerpo menudo y con el cabello redondeado como el de un muchacho.

La promesa que Juana de Arco hizo fue una ofertada irrechazable: Carlos sería proclamado rey con todas las de ley en Reims, y ella estaría a su lado en el momento de la coronación.

Tras escucharla, Carlos la mandó examinar por varios teólogos para determinar si era hereje, bruja, o verdadera emisaria de dios. Finalmente se contagió de la pasión despertada en el populacho hacia ella y, con el beneplácito de los obispos, le concedió el mando de un ejército para «sacar a patadas de Francia a los ingleses y las calamidades que causan».

Carlos VII de Francia, llamado el Bienservido – Fuente

La liberación de Orleáns

En 1429, a la cabeza de su modesto ejército, Juana consiguió derrotar a los ingleses y levantar el cerco de Orleans, que se prolongaba ya varios meses. Según ella, Dios la guiaba en la batalla.

La victoria tuvo mucho mérito, aparte de lo significativa que fue (Orleáns era el último bastión importante del delfín), porque los ingleses triplicaban en número a los franceses. Fue un triunfo de la táctica y la motivación. La liberación requirió de ocho días de tomas y dacas, en los que no faltaron emociones: Juana fue herida hasta en dos ocasiones.

Así comenzó su leyenda como libertadora de Francia. Unos dicen que Juana de Arco solo sostuvo el estandarte y alentó la moral de las tropas. Otros, que combatió ferozmente junto a sus hombres.

Fuera quien fuera el artífice de la victoria, Juana adquirió de inmediato la categoría de símbolo y la multitud liberada la alabó a ella. La joven se convirtió en líder espiritual y no cejó de inmiscuir de religiosidad los enfrentamientos que estaban por venir.

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Juana de Arco rompe el asedio inglés de Orleáns – Fuente

Coronación en la catedral de Reims

Siguieron más triunfos, como la conquista de los principales puentes sobre el río Loira y las batallas de Jargeau y Patay. Todos al mando de Juana, a la que aclamaban como la Doncella de Orleáns. Estos éxitos condujeron a la coronación del delfín en Reims como Carlos VII de Francia, en 1429. Juana acompañó al delfín al interior de la catedral con su estandarte de guerra en alto.

Pero el conflicto no había terminado.

Catedral de Reims – Fuente

La traición a Juana de Arco

Al poco de ser coronado, el rey Carlos VII se mostró como un desagradecido y se propuso dar puerta a Juana. No quería que le siguiese haciendo sombra con su popularidad, que estaba por las nubes.

Según ella, para entonces había dejado de oír voces y su misión estaba completa, así que pidió permiso para volver a su casa. Pero las tropas suplicaron que se quedase y siguiera combatiendo. Otra versión dice que le insinuaron que ya había cumplido con su parte y que podía retirarse, pero ella insistió en tomar París. Las voces volvieron pero esta vez para advertirle de que se avecinaban tragedias.

El ataque a París (1429), resultó infructuoso. En el desastre militar Juana terminó herida por una flecha en el muslo. La siguiente parada, el asedio de Compiegene (1430), supuso el descalabro definitivo para la Doncella de Orleáns: el duque de Borgoña la capturó. Los borgoñeses entregaron a Juana a los ingleses y se cuenta que el arquero inglés encargado de custodiarla la molió a palos.

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Juana de Arco capturada por los borgoñeses – Fuente

Juicio en Ruán

Una vez en Ruán, un tribunal eclesiástico se encargó de juzgar a Juana. La acusaron de brujería, de inventar falsas revelaciones y apariciones divinas, ocasionando grandes maleficios y escándalos, y de vestir como hombre e ir armada «violando la ley divina». Y 70 cargos más.

Juana aseguró de nuevo que las voces que oía procedían de Dios y los santos. Los jueces argumentaron que las voces eran del Diablo y los demonios Belial y Behemoth. Se trataba de una fake new típica de la época para desprestigiar a Carlos VII como seguidor de una bruja.

Gilles de Rais, el antiguo compañero de armas de Juana y su fan número 1, apeló al rey para que acudiera en su auxilio, pero este hizo caso omiso. Ya no necesitaba a Juana, era su momento de gloria, y para ello tenía que librarse de su competencia en el corazón del pueblo francés. Ante esto, Gilles de Rais se propuso rescatar a la Doncella por su cuenta.

La pasión de Juana de Arco, película dirigida por Carl Dreyer en 1928.

Juana de Arco en la hoguera

La inquisición declaró a Juana de Arco culpable de brujería y hechicería, ambas causas penadas por la ortodoxia católica. En un primer momento Juana defendió su inocencia. La amenazaron con torturarla (le enseñaron los instrumentos de tortura) y la obligaron a permanecer en el calabozo encadenada por cuello, manos y pies.

Finalmente, Juana se retractó y confesó lo que le pedían. Hacerlo suponía que en vez de a pena de muerte solo la condenasen a cadena perpetua. También aceptó vestirse de mujer. Había pasado un año desde su captura. En todo ese tiempo el rey Carlos VII no hizo nada para ayudarla.

A los pocos días, Juana se reafirmó de nuevo en que las voces que oía eran de origen divino. Y se vistió de nuevo con ropas de hombre. Por todo esto fue condenada a la hoguera por hereje, apóstata e idólatra.

Fue llevada encadenada y vestida con una camisa blanca a la hoguera. Ardió en la plaza del mercado de Ruán, atada a una estaca. Murió asfixiada por el monóxido de carbono que desprendían las llamas. Era el año 1431 y Juana tenía diecinueve años.

Sus cenizas se arrojaron al Sena para evitar que les rindiesen culto.

Juana de Arco en la hoguera – Fuente

La rehabilitación de Juana de Arco

Un bulo bastante extendido aseguraba que Juana de Arco no había muerto quemada en la hoguera. Supuestamente había sido sustituida por otra muchacha, conque la verdadera Juana se habría casado. Todo apunta a que es mentira.

Cabe preguntarse por qué el resuelto Gilles de Rais no llegó a tiempo para rescatarla, como pretendía. No se sabe si se entretuvo en menudencias, pensando que le sobraba tiempo. El caso es que, cuando por fin llegó, ya solo pudo llorar desconsolado ante la pila funeraria, culpándose de haberle fallado cuando más lo necesitaba.

Unos años después, a instancias del propio Carlos VII, el papa Calixto III le quitó el sambenito de bruja y hereje y la elevó a mártir.

Con el tiempo Juana de Arco fue reconvertida en símbolo de la unidad francesa. En 1909 fue beatificada y canonizada en Notre Dame. Y en 1920 se la proclamó santa y patrona de Francia. Su lugar de procedencia fue rebautizado como Domrémy-la-Pucelle (la Doncella) en su honor.

Milla Jovovich en el papel de Juana de Arco en la película de 1999.
SOBRE MÍ Me llamo P. A. García y soy escritor. Tengo tres novelas publicadas: Un oficio indiscreto es una novela negra en un mundo de ciencia ficción. Porvenir es una aventura espacial futurista con toques apocalípticos. La Secta del Fuego es una novela de espada y brujería. Además, participo en un podcast sobre cine e historia, con mucho humor, llamado La Hoguera de los Necios.